Hace tan solo un par de semanas, os anunciamos nuestra participación en Wildebrug (ver preview), un festival muy novedoso, incluso para nuestros amplios conocimientos sobre tertulias holandeses, a estas alturas de la película. Por lo tanto, nos encontrábamos ante toda una incógnita que les iremos desvelando a lo largo de esta detallada crónica. Sus creadores, los mismos que el inigualable Into the Woods (ver reportaje), celebrado a mediados de septiembre, y del que también daremos buena fe (ver info), nos prometían un envite diferente, divertido, non-stop, nada parecido a lo que hayamos vivido antes por estas latitudes… pues bien, lo cierto es que sus creadores no estaban nada lejos de la realidad. Tras pasar todo un fin de semana perdidos por la maleza de los bosques nórdicos, tenemos que reconocer que terminamos disfrutando de lo lindo un concepto nunca antes experimentado.

Su extenso programa abarca desde el viernes a mediodía hasta la medianoche del domingo, de manera ininterrumpida, concretamente del 12 al 14 de julio. Si obviamos eventos psy-trance, estábamos ante la programación más larga que hemos visto en este país. Bien es cierto que muchos de sus nueve escenarios hacían breaks, algunos entre actuaciones concertiles, pero siempre había algo que escuchar, incluso a primeras horas de la mañana. El stage AV Club nunca fallaba, siempre abierto a recibir al público más incansable. El Wildelive se destinó a conciertos, la mayoría de temática africana, mientras que el Duinpan y el Achtertuin, por ejemplo, se encontraban adyacentes a playas de arena en torno a un lago, por lo que te podías pegar un chapuzón cuando el calor apretaba. Sin embargo, el Helling se convirtió en nuestro principal objetivo, ya que allí se daban las actuaciones más technoides.

Wildeburg Festival

Para llegar a este remoto remoto paraje, entre las localidades de Zwolle y Lelystad, necesitamos más de tres horas de transporte público desde Amsterdam. Tuvimos que trasladarnos hasta las recondidades de Kraggenburg, un pequeño poblado en medio de la nada, cercano a uno de los parques naturales más frondosos de Holanda. Afortunadamente, la parada de Netl te dejaba a las puertas del cuento de hadas,
por lo que sólo nos quedaba hacer el esfuerzo de instalar nuestra tienda en el camping 3, el más alejado de los accesos, pero el más tranquilo y próximo a nuestra carpa favorita. Césped a nuestros pies y excelentes dotaciones sanitarias, con un amplio número de duchas calientes, grifos de agua potable e inodoros (¡con papel higiénico!), bien repartidos por las zonas de acampada.

VIERNES

Nuestra vida laboral nos impidió llegar antes del atardecer, por lo que nos perdimos actos tan jugosos como el de la serbia Tijana T, quien ya nos dejara boquiabiertos en Dekmantel, o el live del amsterdamés Tom Trago. Al que sí pillamos en plena ebullición fue a Jon Hester, un tipo que, al parecer, acostumbra a subirse encima de la mesa de trastos a pegarse unos bailoteos, conectando simpáticamente con el respetable. Su repertorio no tenía nada de broma, techno clásico, bastante serio, haciendo valer su residencia en Chicago y su buena sintonía con el sonido Detroit. Nada mal para ir desengrasando el esqueleto. A continuación, Stranger comenzó poniendo temas que todos conocemos, para poco a poco ir endureciendo la banda sonora. El holandés jugaba en casa, y eso se notaba.

Wildeburg Festival
Este stage Helling no dejaba de sorprendernos, gracias a su estética de astillero en deconstrucción, es decir, composición caótica de listones de madera desiguales, cuyas piezas estaban rotas o torcidas de alguna manera, y sobre todo, por su impecable acústica Funktion One, como prácticamente todas las pistas de baile, aunque fue aquí donde más rugía, y es que el doble paredón de subgraves puso a prueba hasta los tímpanos más exigentes. El también estadounidense Anthony Parasole bien que los puso a prueba con su techno atmosférico, demostrando por qué se ha convertido en uno de los fijos en la agenda de clubes tan enigmáticos como Berghain o Fuse.

La decepción de la noche vino de la mano de Albert van Abbe, el cual siempre nos había cautivado por su paso por las salas de la capital o de Rotterdam, donde sigo residiendo desde principios de 2016. El neerlandés terminó por aburrirnos debido a la falta de sustancia de su set. Otro que parecía tirar de tracks conocidos para satisfacer los oídos más inmaculados. Por lo tanto, nos encaminamos a las dunas del Duinpan, donde el norteño Job Jobse, al menos, supo agitar las masas a base de bombo y platillo. De vuelta al Helling, presenciamos la primera parte del closing de Cinnaman, quien nos dejó muy buen sabor de boca por su buen hacer con la mixer y su selección musical, más que adecuada para un cierre, atreviéndose hasta con ritmos rotos.

Wildeburg Festival
Tras una primera jornada satisfactoria, cabe destacar el buen ambiente que se respira por Wildeburg, capaz de congregar tanto a la típica audiencia local, esto es, gente moderna, unos más hípsters que otros, pero de un nivel medio de glamour bastante por encima de lo que solemos ver por España, como a gente más alternativa y ravera, más acorde con nuestro estilo y nuestra manera de disfrutar la electrónica. Por otro lado, hay que subrayar que el recinto es un auténtico laberinto de caminos con todo tipo de sorpresas y ornamentos pintorescos. Lo mismo te topabas con artefactos indescriptibles, a modo de inventos de Da Vinci, formas cibernéticas gigantes, sacos de boxeo a monedas típicos de las ferias, pasarelas de luces multicolores, puentes suspendidos sobre los canales… una parafernalia que bien merece más de una excursión por sus profundidades.

SÁBADO

Al mediodía, volvimos a dirigir nuestros pasos a las playas del Duinpan, donde pasamos un buen rato a orillas del embalse, viendo cómo los más osados se deslizaban por una especie de tobogán kamikaze sobre lonas resbaladizas, y eso que apenas superamos los veinte grados, y el cielo lucía más bien nublado. De hecho, se dieron algunas lluvias débiles que ablandaron ciertas superficies de terreno, provocándonos alguna caída involuntaria. En cuanto al plano musical, Alexander Robotnick, un veterano de las cabinas, nos alegró la tarde con sus melodías electro, aunque el italiano tuvo algún que otro problema técnico que causó algunos segundos de silencio. También debemos destacar la buena sesión de Kristina, una artista ecléctica y emprendedora, que nos deleitó con lo mejor de su maleta, desde deep-house hasta minimal.

Wildeburg Festival

Por su parte, el legendario dúo escocés Optimo fusionó todo tipo de electrónica, incluso añadiendo toques de rock y punk funk, con sutileza, mientras que Tsepo, por ejemplo, repartió buen house en el área Bamboebos, cuyo nombre debía provenir por las numerosas agrupaciones de bambú que atesoraba sus rededores, que de hecho también sirvieron como material de decoración, o incluso de construcción
para algunas de las casetas amaderadas. No obstante, la mayor parte del sábado la dedicamos principalmente al esparcimiento, al disfrute del lugar, dejándonos llevar por sus subrealistas recovecos, como niños jugando al escondite… ¡nos llegamos a encontrar hasta un soundsystem móvil con música hardcore! Un poco de deporte nunca viene mal.

DOMINGO

Como ya sabíamos bien como funcionaba este circo, nuestros primeros bailes dieron lugar en el AV Club, donde a menudo sonaban cadencias interesantes, difíciles de catalogar. La atmósfera que se generaba allí de mañaneo no tenía pérdida. Justo al mediodía, tras auscultar los últimos compases melosos del back to back entre Oceanic y Arif, emergió tras los platos la figura del misterioso Spekki Webu, un pinchadiscos del que nada conocíamos, pero que terminó erigiéndose como una de las sorpresas agradables de la contienda. El de Delft arrancó con ritmos progresivos, pero pronto se fue adentrando hacia territorios sonoros que nos suelen erizar los bellos, como es el dark-prog, una variante del trance psicodélico con muchos elementos propios del techno, algo que no esperábamos escuchar por estos
lares. Perfecto para ir arrancando motores.

Wildeburg Festival
Para descubrimiento, el de Nadia Struiwigh, otra desconocida que nos engatusó de principio a fin. Inicios experimentales, oscuros y sugerentes, para ir gradualmente hilvanando esa vertiente del techno que tanto nos gusta, entre lo industrial y lo espacial, contundente y envolvente, de beats pesados y atmósfera densa. Recital de la neerlandesa, que bien le vale nuestra medalla de oro alegórica. Acto
seguido, en nuestro querido dancefloor del Helling, el directo de Ultrastation no desentonó el hilo de lo que fue la jornada musicalmente más sustancial. La pareja compuesta por Nuno Dos Santos y Cosmic Force desplegó un buen arsenal de graves rocosos y resonancias metálicas analógicas, alejándose del espectro donde suelen encontrarse más cómodos.

Otro que tocaba en casa, el omnipresente Deniro, tomó el relevo con ganas de rubricar su buen estado de forma, ya que últimamente está siendo contratado por muchas discotecas de peso en diversos países. Sus producciones también empiezan a cobrar fama, y es que se toma su profesión con la seriedad que merece. Set lineal, pero bien estructurado, de menos a más. Sus vinilos pusieron a prueba los cimientos del graderío. Alto y claro, como ninguno. El alentador discurso de la tarde tendría continuidad con François X, quien fue tiñendo de oscuridad la caída de la noche. Lástima que tuviéramos que marcharnos a mediados de su sesión, porque el director artístico de la sala parisina Concrete se estaba coronando.

Wildeburg Festival

Como podrán imaginar, me he dejado a muchos artistas que vimos en el tintero, tales como Titia, Ion Ludwig, Reiss o Melon, pero tampoco quería extenderme demasiado. Los cierres de Acid Pauli o DJ Bone, quien parece definitivamente afincado en Amsterdam, a juzgar por los muchos bolos que le salen en la ciudad del Barrio Rojo, seguro que darían mucho que hablar, pero no había manera de volvernos en tren si nos quedábamos más. El lunes tocaba volver al deber. Así pues, weekend completito por comarcas inexploradas que, desde luego, recordaremos por mucho tiempo y, sin duda, recomendamos el desplazamiento y la aventura. Un festejo sin precedentes que puede presumir de ofrecer algo distinto, y no menos importante, con unos horarios sin parada… ¡más de 60 horas seguidas de música que dan para aburrir!

Autor: Pablo Ortega