A las puertas del verano, bajo un sol que digno de agosto, se nos presentó la oportunidad de asistir a un macro-evento situado en el sur de los Países Bajos, concretamente entre Eersel y Eindhoven, sobre un paraje natural como pocos, llamado E3 Strand. Nos referimos a We Are Electric, un festival capaz de reunir a todo tipo de asistentes, y es que el menú musical que ofrece va desde conciertos de tintes electrónicos, hasta el techno más rudo, pasando por house, deep, electro, EDM… incluso ritmos rotos. Esta edición presentaba un cartel de lo más variado, por lo que gente de varios países del rededor, aprovechando su situación estratégica, peregrinaron el fin de semana del 16 al 18 de julio a las orillas del marjal.
La verdad es que el montaje resultó espectacular, tanto en la zona de escenarios como la de acampada. Esta última, dispuesta en torno al mencionado lago, de dimensiones considerables, se convirtió en territorio de ocio, esparcimiento y descanso para todos los que decimos disfrutar del evento al completo, pasando las noches en nuestras tiendas de campaña. Durante el día, usamos nuestras colchonetas hinchables como botes salvavidas para nuestras incursiones acuáticas, mientras que durante la noche, bien nos sirvieron como colchones improvisados.
La nota negativa se la llevan los accesos, desproporcionadamente controlados por los miembros de seguridad… unos tipos que se tomaron su trabajo demasiado en serio. Los registros fueron bastante exhaustivos, los peores que me he encontrado en este país, lo cual generó largas colas, tantos para entrar al recinto del festival como al camping. No se podía acceder con comida, agua, papel de fumar, líquidos de vapeo… y lo que es peor, no se podía sacar ni comida ni bebida adquirida en el propio recinto. Un disparate.
Tras pasar el mal trago de la entrada, nos fuimos de cabeza al Snare, escenario gobernado por el sello de techno holandés más importante, Electric Deluxe. Antes, nos dimos una breve vuelta de reconocimiento por todo el recinto. Musicalmente, lo único interesante que oteamos fue la presencia de One87, presentando batalla en el stage Ride, dedicado al drum&bass y al dub step durante la primera jornada. Por su parte, la célebre banda de los Goose inundó con sus melodías el Crash, una gran carpa cubierta donde se lucieron tanto en sonido como en luminotecnia. Un cuarto escenario, el Desperados, territorio mainsteam, albergó las actuaciones orientadas al público más joven y menos exigente.
Volviendo a lo cardinal, los jóvenes Clouds fueron los segundos en pasar por la cabina del Snare, justo tras Giorgio Gigli, a quien desafortunadamente, no llegamos a tiempo para ver. Los británicos, quienes nos dejaron un sabor agridulce en su paso por Transport hace unas semanas, en esta ocasión sí que hicieron lo que mejor saben, es decir, sacudirnos con su repertorio amorfo y abrasivo, lleno de rarezas marca de la casa. Industria pesada, desde los bajos fondos de Birmingham. Todas las actuaciones fueron bien adornadas por una gran pantalla de proyecciones a espaldas del DJ, además de un buen conjunto de luminarias, principalmente de tipo estroboscópico.
Acto seguido, el omnipresente Rødhåd tuvo una nueva oportunidad de hacerse notar en un país que lo adora. Siempre digo que el alemán es una caja de sorpresas, nunca sabes a ciencia cierta por donde te puede salir. Esta vez, cogió la veda del techno minimalista, un discurso que no conectó demasiado con el público, aunque también es cierto que quedó completamente eclipsado por el capo de Electric Deluxe. El mejor Speedy J cerró su showcase a base de martillo neumático. Nadie juega con las bajadas como él, sumergiendo cada tema en su mar de creatividad, jugando con nosotros como meras marionetas a su merced. Un abuso.
Pese al closing del Snare, un par de escenarios más siguieron funcionando hasta la una de la noche. Primero vistamos el Crash, donde tan sólo le aguantamos un par de mezclas al legendario Dr. Lektroluv, el cual hizo buena su etiqueta de “classics set”. Electro de toda la vida… mucha vocal pero pocas nueces. Nos despedimos con las sesiones de Pamp & Harsh, y más tarde Cod3x, quienes desfilaron sin pena ni gloria por el Ride. La cosa es que esto no hacía más que comenzar…
Tras un merecido descanso, volvimos a la carga. Como no podía ser de otra manera, volvimos a hacer del Snare nuestro bastión, a pesar de que se abrieron tres nuevos stages: el Pulse, al que podríamos catalogar como main floor, el Kick, organizado por el colectivo Korsakov, y el Hi-Hat, a pie de playa, justo en el epicentro del recinto. Cerca de este último, se encontraban los puestos de comida y algunos bares especializados, ya sea en cócteles o en varios tipos de cerveza. Las áreas de chill abundaban, así como zonas arboladas para perderse un rato entre la maleza, bien equipadas con hamacas, pufs y merenderos. Como elemento de atracción, destacaba una pequeña noria cerca de los accesos.
Volviendo al plano musical, tan sólo alcanzamos a ver las últimas pinceladas del set de Jeff Rushin, y a juzgar por lo poco que escuchamos y por la reacción del respetable, el holandés se debió repartir lo suyo. Al que sí vimos con todos nuestros sentidos y con la frescura de empezar el día, fue a un tipo que está revolucionando la manera de entender el techno: el misterioso Abdulla Rashim. Cuando el sueco entra en acción, uno no puede esperar otra cosa que calidad y oscuridad en la composición. Nada más lejos de la realidad, el comandante de Northern Electronics no llevó de viaje por medio de sus vinilos, cargado de atmósferas densas y sonidos punzantes. Sublime.
Después del ataque cerebral del nórdico, era el turno de uno de los artistas más temidos por nuestras zapatillas. Hablamos del aguerrido Shifted, quien dispuso delante suya un buen arsenal de aparatos y tres decks. El prolífero productor británico nos puso en órbita con sus bombos pesados y percusiones infinitas, casi sin darnos tiempo de pestañear. Tras él, Speedy J cogió el testigo para reanudar la traca por donde la había dejado. El de Rotterdam lo volvió a hacer. Masterclass de principio a fin, no se le puede poner un “pero”, justificando el acierto de incluirlo en el line-up durante dos días seguidos.
De vuelta al escenario Snare, nos topamos con los siempre beligerantes AnD, unos tipos muy solicitados por estos lares. Los británicos hicieron bailar hasta a los camareros con su techno contundente y frenético, muy próximo al hard. Más tarde, ROD, la versión technoide de Benny Rodrigues, se encargó del closing del stage. El roterdamés no estuvo a la altura de sus predecesores, si bien es cierto que el listón estaba por las nubes. Entre actuaciones, echamos un vistazo a los míticos Pendulum, quienes cerraron el área Crash a base de ritmos rotos de producción propia.
La última jornada prometía emociones fuertes, pero antes de asaltar el recinto del festival, nos pasamos buena parte del día disfrutando del lago y de los deslices del personal. Las playas se colmataron de asistentes, algunos ya bastante perjudicados después de más de dos días de fiesta, y otros calentando motores en torno a pequeños sound systems particulares. Un ambiente muy divertido que no tenía desperdicio. Los eventos de varios días de duración dan mucho juego, especialmente si el entorno de la acampada acompaña, como fue el caso.
Volviendo al terreno musical, Neonlight fue el primer artista que vimos, de nuevo en nuestro escenario de cabecera, el Snare. Increíble set del alemán, puro bombardeo del mejor drum&bass del momento. Musicón sin contemplaciones. Luego Killbox dio continuidad al discurso, aunque su repertorio no fue tan sofisticado y original como el del germano. La propuesta del inglés fue más macarra y convencional, aunque supo mantener al público animado. Lo peor, el MC que no hizo otra cosa que enturbiar tanto su actuación como la de Black Sun Empire. Nunca entenderé la inclusión de speakers… si la música es buena, no hace falta adornarla con palabras vacías.
Antes de acometer a los neerlandeses, escuchamos un rato en el Crash al bueno de Mr. Oizo, otro personaje clave en la historia de la electrónica, más concretamente del electro. Nunca tuve la oportunidad de verlo en directo, y tengo que reconocer que, aunque no sea muy amigo de este tipo de acordes, el francés mezclaba como los ángeles, dejando sonar algún que otro temazo como su inmortal “Flat Beat”, una producción del siglo pasado. De nuevo en el Snare, el grupo Black Sun Empire arrasó con su drum&bass percusivo y demoledor, un destrozo para nuestros ya maltrechos tobillos. Antes de irnos a casa, exploramos el escenario principal, el Pulse, donde ni Tom Tago ni luego Tiga no terminaron de convencernos.
Me dejo atrás algunas actuaciones que también pude vislumbrar, como las de Juan Sanchez o Tripeo en el stage Hi-Hat, las cuales no entraré a valorar por el escaso rato que lo vi. Sin más, voy a poner el punto final a esta crónica, la cual no quería que se me fuese de las manos en cuanto a longitud. Había mucho que contar, dejo cosas en el tintero, We Are Electric es un festival lleno de sorpresas y bondades, fruto del trabajo bien hecho. Por lo tanto, se trata de una efeméride altamente recomendable. Nosotros, ¡queremos repetir!
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