Continuando mi circuito de festivales holandeses, el pasado sábado 14 de agosto asistí a uno de los más potentes del año en La Haya, una ciudad que me pilla muy cerca de Rotterdam, donde resido desde principios de año. De hecho, pude ir en metro. Me refiero a The Crave, del cual ya os fui avanzando información a través de un par de posts. Como viene siendo habitual por aquí, la programación se desarrollaría aprovechando al máximo las horas de sol, es decir, desde el mediodía hasta las once de la noche. Aquellos que siguieran con ganas de más, pudieron asistir al after oficial, emplazado también en la Haya, donde pudieron ver artistas regionales como Secunda, Van Anh, Lenson, Maxime o Remco Beekwindel, en la discoteca Pip Den Haag, donde se dispusieron nada menos que cuatro salas. Toda una prolongación del festival, que duraría desde el cierre del mismo hasta las cinco de la mañana.

Pese a las facilidades logísticas, nos costó bastante dar con el recinto, ya que se encontraba bien oculto entre ferrocarriles y autovías, y eso que se situaba en pleno centro de La Haya. Tras dar un buen rodeo en torno al área industrial donde se montó el evento, serían cerca de las cuatro de la tarde cuando por fin dimos con los accesos. La señalización peatonal desde la estación de metro brillaba por su ausencia, complicándonos aún más la travesía. Una vez dentro de la zona BINK36, enseguida comprobamos que estábamos ante un festival más que decente, y que la venta de entradas había sido todo un éxito.

The Crave Festival

Ante nuestra, tres escenarios open air bien despachados de sonido y luminotecnia, sobre todo el main floor, donde pasaríamos casi todo el tiempo, ya que allí actuarían los headliners, y a la postre el stage más technoide, con diferencia. Primeramente, presenciamos media sesión de los puristas Dax J y Stranger, muy solicitados por los Países Bajos. Cada uno con su propia mesa de mezclas, pese a la precocidad de su back to back, no reservaron nada de su maleta. Haciendo gala de su fama de “parte-pistas”, sacaron a relucir el dinamismo y la rudeza que les caracteriza. Su hora y media de actuación rondaría la centena de temas. Sin duda, el set más frenético e intenso de la jornada. Empezamos fuerte.

Acto seguido, Benny Rodrigues a.k.a. ROD (cuando pincha techno), tendrían la difícil tarea de mantener el ritmo de sus predecesores. Lejos de conseguirlo, el de Rotterdam no consiguió convencernos y decidimos visitar el segundo escenario en cuanto a dimensiones y prestaciones. A Made Up to Sound daba las últimas pinceladas de su set, una interesante mezcla entre sonidos propios del drum&bass y del house. El holandés dio paso a Levon Vincent, a quien teníamos mucha curiosidad de ver, y no era para menos. Memorable actuación del americano, quien dejó su impronta sobre un dancefloor entregado a su excelso trabajo tras los platos. Selección musical muy variada, desde disco hasta minimal-techno, sumada a una destreza en las transiciones al alcance de muy pocos. El descubrimiento del día.

The Crave Festival

De vuelta al escenario principal, a las siete de la tarde acudimos a ver a Sigha, el cual ya nos dejó muy buen sabor de boca en su paso por Transport Club a mediados de enero. Las expectativas estaban muy altas, pero el británico no nos defraudó. Ya desde sus primeros tracks, dejó bien claro que vino a comerse la pista. Sus características atmósferas oscuras no tardaron en aparecer, bien secundadas por bombos pesados y un buen catálogo de diferentes tipos de charlys. Sonido Birminghan en estado puro. Demoledor. Tras él, los inicios de DVS1 no fueron demasiado brillantes, por lo que volvimos al stage secundario a ver que se cocía por allí.

La alemana Helena Hauff puso una buen repertorio de minimal durante sus últimos compases, y luego fue el joven Pariah quien cerró el área con su techno siniestro. El inglés ya se empieza a consolidar entre los grandes de la escena más underground, y poco a poco se le ve cada vez más en line-ups de festivales importantes. Eso sí, para mi gusto quedó muy lejos de la actuación de su homólogo Sigha, la mejor del festejo. No obstante, decidimos clausurar con DVS1. Todo un acierto, pues su última hora de sesión fue espectacular. El de Minneapolis nos atrapó en un túnel de bassline envolvente y psicodélico, bastante lineal pero colmado de profundidad. Un closing inolvidable, tremendamente mental.

The Crave Festival

Muy buen festival este The Crave, habrá que seguir de cerca los próximos movimientos de sus promotores, gente que se nota que llevan años de experiencia en este mundo. Cabe destacar el buen ambiente que se respiró durante todo el día en BINK36, y sobre todo la atmósfera que se consigue en un lugar como éste, de escenografía vintage e industrial, ideal para un evento de esta calaña. Notable despliegue de infraestructuras, máxime en los sistemas de sonido, gracias a los cuales sentimos toda la presión de los graves en nuestras cajas torácicas. Tras varios festivales en los que los sonidos más contundentes quedaron relegados a escenarios secundarios, por fin me encuentro con un festival que realmente apuesta por ello. Hay que repetir.

Autor: Pablo Ortega

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