Aprovechando el puente vacacional que se me presentaba el pasado fin de semana, acepté la invitación por parte del colectivo Reaktor, uno de los más activos en cuanto a producción de eventos techno por toda la geografía holandesa, a uno de los festivales más sonados del norte de Alemania. Hablamos de PollerWiesen, el favorito del líder y fundador de Reaktor, Jort Scheck, según sus propias palabras, quien se encargaría de montar uno de los cuatro escenarios open air, a la postre, el más potente de todos, en lo que a line-up se refiere. Así pues, el domingo 20 de mayo por la mañana, cogí un tren en la central de Amsterdam para plantarme en Dortmund a eso de las dos de la tarde.
Solucionado rápidamente el tema del alojamiento por medio de un piso anunciado en AirBnB, donde dejé mis pertenencias y me hice con un mapa de la ciudad más las llaves, me dirigí sin más preámbulos al Revierpark Wischlingen, hacia el este de la capital del Ruhr, una gran zona verde muy arbolada, pulmón izquierdo del municipio. Sin autobuses lanzaderas organizados, casi todo el respetable se desplazó en transporte público, provocando importantes congestiones en los mismos. Así sucedió, al menos, en el tren que me desplazó desde la Bahnhof hasta el parque metropolitano. Los botellines de cervezas rodaban a mis pies, mientras el personal hacía sonar sus pequeños pero aguerridos speakers. Corto pero intenso trayecto.
Lo cierto es que el envite me recordó bastante a cualquiera de los festivales estivales diurnos que vengo disfrutando por los Países Bajos desde mi migración, hace ya casi dos años y medio, aunque con ciertos matices diferenciadores. Por ejemplo, el sistema de compra de consumiciones. Un lío que ocasionaba inoportunas esperas en barra, por no hablar del quebradero de cabeza para sus pobres camareros. El dinero había que cambiarlo previamente por “monedas del festival”, del mismo valor que el cambio en euros (primera cola). Cada bebida tenía un precio exacto, y había que pagar un euro por cada vaso de plástico, aunque eso sí, eran perfectamente retornables, lo cual es muy de agradecer. Primero, porque así se mantiene el recinto más limpio, y segundo, porque si andabas espabilado, como fue mi caso, no sólo bebías gratis, sino que volvías a casa con balance positivo.
Dando una primera vuelta de reconocimiento, oteamos a ROD comandando el escenario Reaktor, aunque su techno convencional no nos invitó a acometerlo más de cerca. Por otro lado, sobre una pequeña colina, se disponía el stage gobernado por los chicos de Kittball Records, donde alcanzamos a ver el cambio entre la hermosa Juliet Sikora y el dúo Tube & Berger, amenizando el mediodía a base de nu-disco y house. Sin embargo, el cuerpo nos pedía emociones fuertes desde el principio, así que finalmente nos decidimos por Amelie Lens en el principal, un nombre que ya les debe sonar si lo vuestro es el techno de pinceladas ácidas. El show en cabina estaba garantizado, y es que la belga está dejando su sello por varias de las plazas más importantes del viejo continente, gracias a su garra y dinamismo tras los platos.
Algo pasadas las 4 de la tarde, emergió la figura de Kölsch, ataviado con su ya clásico sombrero negro circular, para darle un giro radical al hilo musical del soleado día. Sin corte alguno, el alemán enlazó a la perfección su primer track. No obstante, su house melódico no tardó en enviarnos a otro escenario. De nuevo, intentamos adentrarnos en el Reaktor, también denominado Beach, por su proximidad al lago, aunque curiosamente era el único que contaba con pavimento duro. Allí, el omnipresente Kobosil tampoco nos convenció con un inesperado repertorio bastante old school. El live de Agents of Time en el Hilltop no sonaba mal, pero seguimos investigando…
Fue entonces cuando descubrimos el cuarto stage, el menos dotado pero el que presentaba un ambiente y entorno más fresco y agradable: el Hidden. La frondosidad y el verde lo convertían en un área muy atractiva, también para darse un respiro, incluso para sentarse en el césped. A los mandos, una desconocida Inga Mauer nos terminó engatusando por medio de una excelente selección de deep techno y dub, que poco a poco fue subiendo de tono hasta cazar con producciones propias de sellos como Northern Electronics o Spazio Disponibile. Comenzaba lo bueno. Acto seguido, Courtesy mostró muy buenas maneras con la mixer, pero su espectro más progresivo no llegó ni de lejos al nivel de profundidad de su predecesora.
A las 6 daba comienzo la actuación que más ganas teníamos de presenciar. De camino al Beach, echamos un vistazo al back to back entre Âme y Rødhåd en el main floor, aunque esta vez parece que el set se decantaba más por el lado del primero, a diferencia de lo que vimos el pasado año en Draaimolen (ver crónica). Por lo tanto, reanudamos la marcha en seguida para, ahora sí, plantarnos en medio del Reaktor para dejarnos llevar por el devastador sonido Birmingham que prometía el versus entre Blawan y Dasha Rush. Efectivamente, la explosión de bombos pesados no se hizo esperar. Cuando cogía el relevo, el británico nos atizaba con una vertiginosa ráfaga de temazos, mientras que la rusa trataba de crear algo más de atmósfera, alargando más las transiciones. Cada uno a su estilo, el resultado fue un combo rompedor. Sólo por esta sesión, el viaje ya quedó justificado.
Las dos últimas horas de cierre nos la repartimos entre dos veteranos. En primer lugar, nos quedamos en el Beach, donde el americano DVS1 compuso una banda sonora muy seria, magistralmente ejecutada, aunque el listón estaba muy alto y acabó por resultarnos demasiado lineal. El closing del principal fue obra de Len Faki, leyenda viva del techno. Como los viejos rockeros nunca mueren, el capo de Figure hizo lo propio compaginando temas clásicos con otros más contemporáneos de beats secos y mucha percusión, aderezados con sus típicas adiciones de ritmos y platillos. El stage mostraba un aspecto espectacular, lanzando fuegos y confetis al aire mientras el germano iba hilando el desenlace. Por su parte, los otros escenarios también aseguraron cierres de calidad con Reinier Zonneveld, en el Hilltop, y el emergente Matrixxman, en el Hidden.
Si son unos habituales de mis crónicas, este reportaje les habrá recordado a cualquiera de los muchos festivales holandeses matinales que llevo cubiertos, como ya adelanté. Lo cierto es que PollerWiesen ha extrapolado la fórmula del éxito del país vecino, bien apoyado por promotoras afincadas en Amsterdam como la mencionada Reaktor (ver crónicas de sus eventos). La unión hace la fuerza, resultando un festejo outdoor realmente apetecible, a las puertas del verano, que se saldó de forma muy positiva, colgando el cartel de sold out días antes de su celebración. Pero esperen, no se vayan todavía porque aún quedaba mucha tela por cortar…
Efectivamente, la cosa no quedó ahí. El after oficial nos llevó hacia el norte de Dortmund, concretamente a el club JunkYard, que viene a traducirse como la “chatarrería”. Fiel a su denominación, el club mostraba el típico aspecto alemán de deconstrucción y artesanía urbana, es decir, mucha madera, pinturas a brochazos, formas caprichosas y materiales de desecho. Contaba con un patio central que organizaba los distintas estancias y servicios, donde los asistentes fumaban todo tipo de consumibles. Tan sólo una sala abierta, bien grande, de techo alto y sobradamente equipada de luminotecnia y sonido. Un sistema Funktion One prometía una acústica más que decente.
En cuanto a lo musical, la primera impronta fue bastante buena. El joven Konstantin Sibold fue el primero en repartir, el cual ya pasó por la cabina de HiddenTop en el propio festival, aunque allí no llegamos a verlo. El teutón se salió de su prontuario habitual, desarrollando una sesión más techno que otra cosa, sin titubeos. Todo en orden hasta que llegó la horda de artistas en torno a FJAAK, que ya de por sí vinieron sus tres componentes. Hasta siete pinchadiscos pude contar en cabina, siete para dos CDJs. Lo peor, el estado de embriaguez que presentaban algunos, ocasionando el caos en el backstage y el infortunio con las mezclas. Un esperpento.
Aún con eso, algunos tracks fueron bastante interesantes, pero no sería hasta la irrupción de Kobosil hasta que llegara un poco de orden y sentido al asunto. El berlinés se está convirtiendo en uno de los “most wanted” de la escena, aunque sinceramente no llego a entender el por qué. Set variadito, con mucho ritmo roto y trazadas de electro. Incluso se permitió el lujo de poner un clásico de The Prodigy para cerrar. Los últimos en desfilar fueron Stikdorn & MK Braun, de lejos, la mejor actuación del after. Los alemanes se mostraron incisivos y contundentes, manteniéndonos en tensión, pese al cansancio acumulado tras la larga jornada que, ahora sí, llegó a su fin.
Autor: Pablo Ortega