Si existe un colectivo en Holanda capaz de montar un evento de plenas garantías, y además hacerlo con gracia, diferente… eso es Paradigm. Pese a tenernos que desplazar muchos kilómetros para llegar a Groningen, ciudad del norte del país, nunca dudamos en echar ese par de horas y algo que dura el trayecto. Más famosos por su festival por excelencia, el de agosto (ver reportaje), de igual denominación, esta vez, sin embargo, les traemos el Planet Paradigm en forma de crónica, su segundo evento más potente de año. Un experimento que les ha salido bien, a juzgar por el sold out final tanto para la programación diurna como para el after oficial. Sí amigos, tenemos una buena fiesta de closing a sólo unos metros del recinto donde se celebra, por lo que, a efectos prácticos, podemos decir que este festival dura 18 horas, exactamente lo mismo que otro que presume de ello a través de su propio nombre: 18HRS Festival (ver).
Otros puntos a destacar son su decoración y escenografía, con clara inspiración en clubes berlineses que llevan luciendo así varios lustros. Como no puede ser de otra manera, el despliegue técnico en sonido es considerables, no hay ningún stage que se escuche mal. En este caso se levantaron tres: el Forest, al fondo de todo, con una atmósfera bailonga en pleno enclave arbóreo, el Da Vinci Dome, haciendo funciones de main floor, y el Ronney Loods, nuestro favorito, donde se desarrollarían los estilos más technoide, mientras que el after se lleva hasta una vieja fábrica abandonada de algodón, que nos recuerda bastante a Berghain por su solidez y aspecto tosco industrial. El ‘día D’ fue el pasado sábado 25 de mayo, noche de brujas.
Desde sus puertas, ya se percibe parte de la algarabía circense que nos esperaba dentro, ya que la cita cuenta hasta con performances y actores que la amenizan. Justo antes de llegar al Forest, existe un rincón donde cada uno es libre de hacer sus malabares ante la mirada de un siempre puñado de curiosos. Hasta las gatas bailan las cariocas. El Ronney Loods se encuentra bajo una cubierta semicircular de chapa galvanizada ondulada, a modo de hangar. Por lo tanto, la acústica, como se podrán imaginar, no es la más conveniente. Eso sí, el sound system da buenos frutos. Esa fue nuestra casa durante la mayor parte de la contienda, y allí fue donde primeramente buscamos calor.
Mirella Kroes a los platos. Elegancia, buen gusto, notable pegada. La holandesa se está ganando por méritos propios su reciente irrupción en la escena gracias a su seriedad con lo que hace. No se trata de una cara bonita sin demasiado que enseñar, aunque también la tenga. Antes, el igualmente neerlandés SHLTR, fundador del sello Konstrukt, uno de los filtros más exigentes de Europa, realizó el warm up del stage, aunque desafortunadamente no llegamos a tiempo de verlo. Por otro lado, Ion Ludwig y Enrico Marnini hicieron la propio en las otras áreas. Pese al vistazo que le echamos a ambas, ninguna nos convenció. Qué le vamos a hacer, nos gusta el bacalao.
De seis a ocho de la tarde dio lugar la mejor sesión de la jornada, la del inimitable Neel, lugarteniente del Doctor Dozzy en Spazio Disponibile, un label que cada vez está influenciando más las ramas más profundas del techno. Musicón de principio a fin, estructurado a la perfección con cirugía milimétrica, donde las bombas aparecen por doquier sin que te des ni cuenta. Calidad al alcance de tan sólo un puñado de genios. Acto seguido, la emergente Sandrien salió a escena con un sonido más ramplón y previsible, aunque fue de menos a más, creciéndose notablemente hacia el cierre de set, dejando caer alguna que otra perla musical.
Por su parte, el Forest había mejorado bastante su banda sonora con el minimalismo de Rhadoo, uno de los mayores exponentes del ‘rollazo’ rumano. Carlos Valdes animaba el cotarro del main con su tech-house cálido pero contundente, mientras que el live de Leo Pol nos terminó por echar de allí. Demasiada melodía y tempo bajo para un momento de día como es el atardecer. Los closing de Zip y de Pangaea tampoco estuvieron al nivel de lo que acontecía en el hangar, aunque este último nos sacó algún que otro baile a base de electro-techno, a veces secuenciado con ritmos rotos.
La clausura de nuestro hogar por unas horas fue obra del siempre sugerente Lucy, quien pasó buena parte de su afternoon disfrutando del ambiente en pleno dancefloor. Bien el italiano, pese a que sus últimas actuaciones nos dejaron cierto sabor agridulce. El capo de Strobocopic Artefacts no defraudó, tirando de su ya reconocible prontuario hipnótico y envolvente, transmitido de forma bien dosificada, esto es, introduciendo cambios de ritmos cuando la pista lo precisaba. Tras intercambiar algunas palabras con él, dirigimos nuestros pasos hacia la vieja factoría, donde nos esperaba menú doble de minimal.
El primero en pasar por cabina fue Reiss, una de las apuestas locales. Lo cierto es que sus dos primeras horas se nos hicieron eternas. Afortunadamente, esto fue mejorando para bien hacia el final, enlazando con atino con el headliner de la noche, el uruguayo Z@p, cuya propuesta más seria y heterogénea, aderezado por la buena mano del de Montevideo, ahora afincado en Berlín, terminó por engatusarnos. Con él pusimos punto y final a una expedición que mereció mucho la pena, sobre todo por disfrutar de algunos artistas que no se dejan ver demasiado por estos lares. Gracias a Gerrit de Boer por ponérnoslo tan fácil.
Autor: Pablo Ortega