Situaros. Cuarta edición del festival gaditano No Sin Música. Puerto de Cádiz. 22 y 23 de julio. Buen tiempo, ganas de música, la tote bag preparada, calzado cómodo listo para pisar el recinto… ¿Comenzamos?
Abrimos la jornada del viernes con Julián Maeso (antiguo miembro de The Sunday Drivers) quién pisó las tablas del escenario tan bien acompañado por toda su banda que nos hicieron olvidar las altas temperaturas. Tras Julián vino el templado rock indie de Modelo de Respuesta Polar, que me convenció más en directo de lo que habían conseguido hasta la fecha, pero que continúan siendo una banda que se me resiste, y lo achaco a que no logro entender ni voz ni letra, algo fundamental para mí.
Llegó el momento de que los catalanes Love Of Lesbian hicieran vibrar al público gaditano. Con un Santi Balmes más tranquilo que en anteriores giras, mucho más centrado en su voz y en transmitir que en ser un showman, Love of Lesbian nos deleitaron con los nuevos temas de su nuevo disco, El Poeta Halley, que combinados con sus grandes éxitos como John Boy o Si tú me dices Ben… convirtieron su concierto en un continuo baile que no deseé que acabara.
Pero acabó. Y es que le tocaba el turno a Izal. Quién me conoce sabe que he sufrido el efecto Izal. Verlos actuar en tantos TODOS los festivales del país cansa. Pasas de la admiración de esa pequeña banda que trata de abrirse camino al hastío del indie para todos los públicos. Lo reconozco. Por aquí por el sur decimos eso de «lo poquito gusta, y lo mucho cansa». Pero lo que vi en el No Sin Música por parte de Izal poco tiene que ver con este asunto. Porque la realidad es que suenan bien en directo, me guste o no el último y apresurado disco, y la banda da la talla, las cosas como son. Mi problema es con Mikel Izal. Que quede claro que es mi opinión personal, pero creo que confunde la seguridad en un escenario con el egolatría. Tanto baile, tanta broma… le resta protagonismo a su voz y sus letras. Y me percaté de que no solo me lo parecía a mí. Parte del público (los que teníamos más de 18 años y no llevábamos camisetas izaleras) también comentaban el mal gusto de su «no saber estar» en el escenario. Personalmente fui incapaz de disfrutar de antiguos y buenos temas que sin duda Izal tiene. Espero que se produzca un cambio en esta banda, y especialmente en Mikel Izal, y recuperen la personalidad que en sus primeros dos discos pude ver.
Menos mal que llegaron los murcianos Second con su potentísimo directo, su simpatía, su saber hacer en el escenario, y sus temazos, no solo de su último Viaje Iniciático, sino de trabajos anteriores. Con Las serpientes, Rincón Exquisito, 2502, Rodamos… Se metieron en el bolsillo al público y nos hicieron sudar a pesar de tocar a las 2 de la madrugada. Reseñable fue el gesto que tuvieron todos los miembros de la banda con una pequeña de 8 años que en primera fila se negaba a marcharse del festival sin ver a Second tocar. Parte de la grandeza de un grupo se mide en su humildad.
La jornada del sábado la abrieron mis paisanos G.A.S Drummers con su característica mezcla entre rock y punk. Una banda que a pesar de llevar muchos años luchando por abrirse hueco tienen aun mucho que decir y sonar.
Continuaron Elefantes, y con ellos llegó el sentimiento. Con Shuarma dando el 101% de su potencial, el concierto subía y bajaba de intensidad según sonaban temas por todos conocidos, o canciones más nuevas e intimistas. Personalmente disfruté cada segundo de este concierto a pesar de no ser una fan acérrima del grupo, lo que dice aun más del show que ofrecieron Elefantes. A destacar el momentazo con la versión de Te quiero de J.L. Perales como guinda de la actuación.
Llegó el momento del peso pesado del cartel: Bunbury. Lleno absoluto, decenas de peques con sus padres, y mucha emoción contenida por miles de fans, y así lo hacían ver las cientos de camisetas de Heróes que se podían ver en el reciento. Aunque el detalle de tener las pantallas apagadas durante el concierto robara algo de acercamiento al público, he de confesar y confieso que la grandeza de los músicos que acompañan a Enrique es abrumadora. Nunca fui seguidora de Héroes, ni tampoco de Enrique en solitario, y me sentí atrapada, no solo por su directo, o por los himnos que tras décadas de carrera Bunbury ha dejado a la música española. Fueron los instrumentos lo que llenaron todo el puerto de Cádiz. Y es que cuando un músico lleva veinte años (o más) tocando, se nota. Y vaya si se notó. El final con Lady Blue fue el colofón a su controvertido show.
Tras un clásico llegó el turno de otro pilar del cartel del No Sin Música 2016. Loquillo y su banda consiguieron también que el puerto de Cádiz se abarrotara de fans, donde se podía observar diferencias notables de edad. Con su rock más canalla y sus temas más conocidos (que se hicieron esperar bastante a lo largo del show, todo sea dicho) Loquillo supo mantener el ambiente caldeado aunque con una actitud sobre el escenario bastante tibia. Jóvenes y no tan jóvenes coreamos frenéticos Yo para ser feliz quiero un camión, Feo, fuerte y formal o con Cadillac solitario. Porque fueras o no fan de Loquillo, todos nos sabíamos las letras. Y prueba de ello fue la tierna abuelita que desde la zona VIP bailó y disfrutó el concierto entero con una eterna sonrisa en su cara.
Cerró el festival la banda mexicana Molotov, con visiblemente menos público, pero a pesar de ello con ganas de bailar. Y sí, con ellos la locura invadió el No Sin Música.
Y c´est fini. No Sin Música 2016 acabó, y los datos oficiales hablan de alrededor de 9.800 personas en la jornada del sábado, y algo menos en la del viernes, coronando de éxito su cuarta edición.
Como siempre, me gusta analizar algunos aspectos sobre la organización, y en esta ocasión no iba a ser menos. ¿A mejorar? La limpieza y cantidad de los baños, tokens con el formato clásico en vez de monedas o fichas de dos colores, mayor agilidad en la acreditación y entrada del festival, asientos y lugares donde cenar y/o descansar, y quizás una apuesta más independiente en su cartel, así como un mayor número de bandas. ¿A destacar? La simpatía de la organización y todos sus trabajadores, la rapidez en las barras, los preciosos vasos que cada año diseñan y que favorecen un festival limpio y sostenible, y los escenarios repartidos por Cádiz para ayudar a bandas emergente en OFF No Sin Música.
Para acabar os dejo con la foto del momento más bonito que viví durante mi paso por el festival y que creo que refleja en gran medida el espíritu del festival No Sin Música.
Tacita de plata… ¡Nos vemos en 2017!
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