Este año lo teníamos claro. Viviendo en Holanda, el abanico de posibilidades que se nos presentaba para cerrar el año bailando estaba repleto de tentaciones. No obstante, un evento destacaba por encima del resto, tanto a nivel de lineup como de historia a sus espaldas, lo cual prometía un despliegue de medios digno de una fecha tan señalada como el domingo de Nochevieja. Nos referimos al ERA, que si bien esta sería su primera edición, sus creadores, el colectivo Reaktor, lleva años produciendo fiestas masivas para “comernos las uvas” con el mejor techno como banda sonora. Estos organizadores nunca se andan con chiquitas. Podemos esperar algo muy gordo de cualquier festival o stage que pase por sus oficinas, como ya han demostrado en ADE (ver crónica), Nassau (ver), Katharsis o Unpolished.
Como no podía ser de otra manera, el emplazamiento elegido fue la gran nave abandonada que suelen ocupar para sus eventos más potentes: el NDSM Warehouse. Se trata de un antiguo astillero desmantelado, que sin embargo, mantiene alguna embarcación y varias máquinas en su interior, a modo de museo industrial, memoria de una Amsterdam de otra época. Tan sólo hay que tomar un ferry desde la estación central para atravesar el río Ij, el cual nos deja prácticamente en la boca del lobo. Además de celebrar su quinto aniversario, los chicos de Reaktor nos deleitaron con dos escenarios sobradamente equipados con visuales psicodélicas, lo último en luminotecnia y soundsystems Synergy Audio, de esos que te peinan hasta los huesos.
Poco antes de la medianoche, nos encontramos con un recinto bastante abarrotado ya de gente de todas las edades y nacionalidades. De hecho, gracias a mi camiseta en la que se puede leer “a mi bola”, terminé conociendo a algunos compatriotas, e incluso a alguno que se atrevía con nuestro idioma. Así pues, entre el buen ambiente que se respiraba y las primeras sacudidas de graves, de la mano del dúo Shdw & Obscure Shape, nos dieron las uvas, literalmente. De hecho, no creo que nos hubiéramos percatado de no ser por la cuenta atrás que proyectaron las pantallas. Como no teníamos ni una pieza de fruta, bien valieron doce tragos a nuestras cervezas de primera ronda.
Los encargados de los compases inaugurales de año nuevo fueron Blawan & Pariah, esta vez, en su versión back to back, en lugar de su frenético directo como Karenn. Este formato, si bien resulta más convencional, les permite más libertad y versatilidad en su discurso, aunque también menor homogeneidad. Precisamente, de eso mismo pecaron durante sus inicios. Cada artista parecía librar una batalla por su cuenta, sin mostrar demasiada simbiosis, y no sería hasta bien entrados en materia, cuando realmente empezaron a gustarse y a incendiar la pista. Temas como el “Disgrace” de Judas o alguno de Mike Parker, comenzaron a enturbiarnos la mente y a agudizar nuestro lado más oscuro. De hecho, se nos hizo tremendamente difícil cambiar de stage, y eso que el live de la noche ya había comenzado en la otra sala…
Finalmente lo conseguimos, y lo que nos temíamos, ya estaba sucediendo. Una de las parejas más letales de la escena techno actual, ya inundaba el escenario secundario con su inconfundible atmósfera pesada e hipnótica. La era industrial del siglo XXI. Hablamos de Orphx, cuya actuación hizo mella en cuerpo y cerebro. Los canadienses desarrollaron un excelso prontuario de bombos pesados y sonidos desternillantes, que en ocasiones te pillaba por sorpresa, descolocándote por completo. Acto seguido, los legendarios pinchadiscos Ben Sims & DJ Pete presentaban su versus de tintes clásicos y percusivos. Aunque nos quedamos un rato a escucharlos, lo cierto es que nos terminaron de engatusarnos. El listón estaba por las nubes.
Cuando las expectativas están altas, es el momento de recurrir a los maestros. Los miembros más en forma de Pole Group, don Óscar Mulero & Lewis Fautzi, a los mandos de la nave nodriza del NDSM. Nuestros coterráneos no nos defraudaron, despachando lo mejor de sus maletas. Techno sin contemplaciones, directo a la yugular, magistralmente hilvanado por el capo del sello, y muy bien secundado por el luso, quien se mostró incluso más incisivo en la selección musical que su propio mentor. Tras los ibéricos, otro que tampoco necesita presentación, el brioso Perc, quien bombardeó el dancefloor con su último directo, sin piedad alguna. El británico puso a prueba los cimientos del warehouse, con tracks tan devastadores como “Body Con” o “Turn your body”. Sálvese quien pueda.
Cada área quedaría clausurada por dos artistas de los gustan mucho por tierras germanas. Primero acudimos a la alternativa para disfrutar de la destreza y la acritud de Function, uno de los más solicitados por el mítico club berlinés Berghain. Aunque su sesión no fue nada mala, tras lo visto durante esta noche tan discernida, tampoco quedaría entre las más destacadas. Eso sí, el americano se mostró muy preciso y seguro con las mezclas, no cometió ni el más mínimo error, aunque nos pareció un tanto monótono. Por su parte, en el main floor, donde la programación se extendería hasta las 7 de la mañana, Kobosil tendría su gran oportunidad ante el exigente público holandés, cerrando un stage monumental en un día tan insigne como este. En mi humilde opinión, pese a conseguir la reacción del respetable, me temo que al alemán todavía le queda bastante por aprender.
Sin tiempo para más, ERA echó el cerrojo de una jornada para el recuerdo, poniendo el broche de oro de un año que ha dado mucho de sí. Si te gusta la música electrónica, residir en un país como este, te garantiza la posibilidad de experimentar eventos tan espectaculares como este. Las infraestructuras desplegadas estuvieron a la altura de una efeméride como es la última noche de 2017. Reaktor lo ha vuelto a hacer. Habrá que seguir de cerca sus próximos envites. Sin lugar a dudas, se sitúan a la cabeza de la escena techno holandesa. Aprovecho para despedir el año y dar mi muestra de agradecimiento a Jort, fundador y líder del grupo, quien amablemente, nos ha abierto sus puertas… ¡Ya tenemos plan para la próxima Nochevieja!
Autor: Pablo Ortega