Tras nuestro prolífero paso por Londres, os dejamos la segunda edición de Clubbing Por Europa. Esta vez tocaba visitar la capital mundial de la escena underground: Berlín. Llevaba muchos años queriendo ir, pero siempre se me adelantaban otros planes. Ya son varios los amigos que se enamoraron de esta ciudad y se quedaron allí a vivir, y no sólo por su oferta musical, que es brutal, sino también por los aires de libertad y calidad de vida que se respira en la capital de Alemania. En casa de uno de ellos obtuvimos alojamiento y todo tipo de facilidades. El piso se situaba en un barrio turco, junto a la gran zona verde de Volspark Hasenheide, un área residencial con mucho movimiento y actividad comercial, casi a cualquier hora del día.

Nuestra primera parada en busca del mejor clubbing sería el último viernes de septiembre. Nos recomendaron visitar el Golden Gate, uno de los más auténticos y queridos entre la población nativa. A todos nos han hablado alguna vez de los clubes de Berlín: que si son los mejores del mundo, que si el rollo que se respira es inexplicable y hay que vivirlo, que si cuando te pegas una buena fiesta en ellos ya no quieres ir a otros sitios… comprobemos si están en lo cierto.

VIERNES

Nada más abrir sus puertas, accedimos al interior de Golden Gate, una de las salas más underground del país, famosa por la duración de sus fiestas, incluso para una ciudad que no duerme los fines de semana como Berlín. Los jueves abren desde medianoche hasta el viernes al mediodía, mientras que oferta actuaciones ininterrumpidas desde el viernes por la noche hasta el lunes. Ojo porque resulta muy fácil perder la noción del tiempo.

El club consiste en un main floor, una pequeña zona de descanso equipada con sofás donde se ubica la barra, servicios sanitarios escaleras arriba, y un pequeño jardín que sólo abren en verano. El interior es bastante reducido, oscuro y libre de decoración. El DJ se coloca de frente a los altavoces y al público sobre una pequeña cabina de la que sobresalen varios focos de

luces que le aportan atmósfera y personalidad a la sala. No se necesitan muchas decenas de personas para tener la sensación de que está llena.

En esta ocasión, no vamos a concretar qué artistas pincharon esa noche, ni vamos a analizar ni detallar sus sesiones, pues en un lugar como éste, no resulta demasiado trascendente. Lo que sí podemos afirmar es que el estilo que más predominó fue el progressive house, a veces con matices deep, y otras veces más minimalistas, en largas sesiones de 3 o 4 horas. Lo que más llamó nuestra atención, no fue el repertorio musical, sino el buen rollo y la cultura que desprendía el dancefloor. Resultaba fácil interactuar con los asistentes, pese a la disparidad de idiomas, quienes se mostraban muy animosos tanto por sus bailes como por sus ganas de dialogar y conocer a “los nuevos”. Desde primera hora, nos sentimos como en casa, y como era de esperar, perdimos la noción del tiempo y pasamos muchas horas dentro de la sala.

SÁBADO

Al día siguiente tocaba maratón. Teníamos varias posibilidades, una extensa lista de clubes de los cuales teníamos buenas referencias, y estábamos dispuestos a conocer buena parte de ellos: Berghain, Panorama Bar, Boiler Room, Tresor, Arena, Watergate, Katar Blau, About Blank, Weekend… cada uno con su propio estilo e identidad, pero con la calidad de sonido y el buen gusto musical como factor común. Todos ellos se encuentran relativamente cerca, por lo que es posible desplazarse de uno a otro caminando.

Como no podía ser de otra manera, la primera elección fue Berghain y Panorama Bar. Y digo ambos porque se encuentran alojados en el mismo edificio, la enorme central de energía de hormigón propiedad de la compañía Vattenfall, cerca de la estación de trenes Ostbanhof. Puede albergar hasta 1500 personas, muchas menos de las que pretenden acceder cada fin de semana, por lo que un grupo de porteros, encabezado por el archiconocido Sven, quien ha llegado hasta copar portadas de revistas, son los encargados de decidir quiénes son los afortunados elegidos que van a entrar. Tras más de una hora de cola, nos denegaron el acceso, y eso que era temprano e íbamos en pareja, como nos recomendaron. Si no vistes oscuro, gótico, hipster, gay o disfrazado, es difícil pasar el filtro. Nuestro aspecto, demasiado convencional, y probablemente nuestra apariencia mediterránea, nos delataron. Más tarde, volveríamos a intentarlo…

Decepcionados e indignados, acudimos a otro club legendario, que también da nombre a un importante sello discográfico: Tresor, toda una institución en el mundo del techno. Esta vez no tuvimos problemas para entrar. Se trataba de otra central energética desmantelada, y es que los alemanes son unos verdaderos maestros en los cambios de uso y la rehabilitación. El edificio es un auténtico laberinto de hormigón lleno de pasillos y ensanchamientos aprovechados para disponer todo tipo de servicios y zonas de acomodo.

La música se reparte entre dos salas: la Globus, más abierta y diáfana, donde podemos escuchar variedad de estilos, tales como house, minimal o progressive, mientras que a nivel del sótano, atravesando un túnel de 30 metros, se encuentra el corazón de la Tresor, donde podemos disfrutar del mejor techno del momento. Aquí fue donde pasamos la mayor parte de la noche. La cabina del DJ se aloja dentro de un recinto vallado a modo de jaula. No se escatima en sonido, ni tampoco en el uso de chorros de dióxido de carbono.

Dos jóvenes talentos polacos del colectivo Module fueron los primeros encargados de hacer retumbar los cimientos de la Tresor. El primero de ellos, Capo, se decantó por un techno de corte clásico con mucho aroma a Detroit. Equipado solamente con vinilos, realizó mezclas correctas, sin muchas complicaciones, desarrollando su set con pausa y elegancia. Sin embargo, su compañero Oscar Dragon añadió mucha más intensidad y contundencia, con un estilo mucho más frenético e industrial, muy cercano al hard-techno. Utilizó reproductores de CDs Pioneer, con los que transmitió su energía y rudeza durante toda su actuación.

Pese al arsenal de música avanzada que nos brindaron los polacos, lo mejor aún estaba por llegar. La sombra del joven talento Unbalanced emergió tras los barrotes de la jaula, puntual a su cita. Eran las 4:30 de la mañana, y el público, mayoritariamente precoz y entusiasta, seguía pidiendo techno duro. El pinchadiscos ruso bajó un poco el ritmo y los bmps, pero añadió oscuridad y misticismo con un estilo mucho más mental, tremendamente sustancial. Tras este recital, el dúo Abajour no supo mantener el nivel musical de las actuaciones anteriores y, consecuentemente, los asistentes fueron abandonando la pista poco a poco ante la insulsa sesión de los parisinos.

DOMINGO

Serían las 7 de la mañana cuando abandonamos la sala Tresor en busca de más marcha. El siguiente destino fue Kater Blau, el antiguo Bar25 (también llegó a denominarse Kater Holzig). Se trata de un área recreativa junto al río Spree con diferentes espacios indoor y outdoor. Como contrapunto con los clubes anteriormente explicados, de corte más industriales y underground, Kater Blau se caracteriza por una escenografía más pintoresca y teatral, con la madera como material protagonista. También notamos cambios sustanciales en el tipo de ambiente, más disparatado y divertido. El recinto cuenta con una pequeña playa artificial, curiosas áreas de descanso por todos los rincones, barras al más puro estilo western, numerosos puntos de agua… ¡incluso un barco donde podías tomarte tranquilamente una copa en su cubierta mientras disfrutabas de excelentes vistas al río!

Sólo estuvimos allí un par de horas, tiempo suficiente para disfrutar la actuación de Italoboyz, pareja compuesta por Marco Donato y Federico Marton. Los italianos desplegaron una selección musical bastante heterogénea, desde el minimal más melódico hasta el tech-house más freso y bailongo, adornado con filtros de efectos y toques ácidos. En resumidas cuentas, un set bastante ecléctico y ameno, propio de un club de estas características. Sin embargo, no tardamos en abandonar el barco, pues teníamos cuentas pendientes con Berghain…

Poco antes de las 11 del día volvimos a intentarlo. Estábamos en una de las franjas horarias más proclives para alcanzar nuestro objetivo y conocer por fin el que para muchos es el mejor club del mundo. Esta vez, la cola era prácticamente inexistente, y tras un exhaustivo chequeo físico y visual, los infranqueables porteros nos dejaron entrar. Desde las mismas taquillas ya puede sentirse el intenso estruendo de los graves.

Volvíamos a un escenario puramente industrial, rodeados de metal y hormigón armado. En la planta baja de acceso, se encuentran algunos sanitarios, áreas de descanso, guardarropas y demás servicios. A través de un patio central gobernado por una llamativa escultura se llega al corazón de Berghain, subiendo por una gran escalera. Sin duda, estaba ante el main floor más

bestial que había pisado en mi vida. Varias columnas de funktion-one rodeaban la pista por todos los frentes, y una compleja instalación luminotécnica proyectaba sobre el público a casi 20 metros de altura. Pese al abarrotamiento de gente, teníamos sensación de amplitud, y es que tal espacio e instalaciones nada tienen que envidiar a ningún festival europeo.

En cabina, Etapp Kyle amenizaba las primeras horas del día con un techno suave pero profundo. El ucraniano es toda una institución en el este de Europa, y no ha tardado en hacerse un hueco en los grandes escenarios. El sonido es sencillamente increíble, potente y cristalino. Si te colocas en la zona central, notas como los graves te sacuden la caja torácica, los medios casi te levantan del suelo y los agudos penetran en tus oídos como puñales. Las luces y láseres se multiplican en las bajadas y las apagan justo en el momento de las subidas, creando un efecto túnel. Un espectáculo.

Subiendo una pequeña escalera, se llega a la segunda planta, donde se aloja Panorama Bar. La atmósfera es bien diferente, más colorido y ornamentado. La calidad del sonido también es alucinante, aunque se queda un poco por debajo en comparación con Berghain. El espacio es más reducido, aunque la barra ocupa buena parte de la sala y tras ella se disponen varios sillones y zonas de descanso. Desde los grandes ventanales se pueden obtener unas buenas vistas del este de Berlín. El bar ha sido decorado con varias imágenes a gran escala, obra del famoso fotógrafo y diseñador conceptual alemán Wolfgang Tillmans.

Allí encontramos al asiático, pero afincado en Alemania, Hunee. Su nu-disco no terminó de convencernos y decidimos abandonar el edificio para volver más tarde. Nuestras piernas acumulaban ya muchas horas de fiestas, y eventos tan prolongados como éste, te permite tomártelo con calma y elegir los intervalos de tiempo a los que asistir. Desde que abriera sus puertas la medianoche del sábado, la oferta musical se extendería hasta bien entrado el lunes.

A las 6 y pico de la tarde del domingo volvimos a la carga. Al principio pasamos unas cuantas horas de nuevo en Panorama Bar. Primero vimos gran parte de la actuación de Art Department, el proyecto conjunto formado por el veterano Kenny Glasgow y el joven Jonny White, juntos desde 2009. Los de Toronto pusieron un deep-house de gran calidad, bien trabajado y mezclado con destreza, lo que muchos llaman “rollazo”. Tras ellos, Shonky elevó un poco el ritmo con su house de Chicago, mucho más directo y pistero. Aquí las actuaciones también son bastante prolongadas, pero sólo pudimos disfrutar su set durante una hora, tiempo suficiente para comprobar que el francés sigue en forma y se asienta en la cúspide del house más underground. Sin embargo, empezamos a sentir la llamada del techno, la llamada de Berghain…

De vuelta a la planta principal, nos introdujimos de lleno en la sesión de Zak Khutoretsky, más conocido como DVS1, uno de los artistas más frescos y espontáneos del panorama actual. El americano no dejó a títere con cabeza con su techno demoledor de bombo y platillo, simple pero tremendamente eficaz. Acto seguido, el residente Ben Klock intervino por segunda vez, ya que fue el encargado tanto de abrir como de cerrar la fiesta. El berlinés no defraudó e hizo vibrar al público como nadie, demostrando una sensibilidad exquisita para mezclar tracks de corte minimalista con auténticos hits “made in Detroit” que todavía hoy funcionan a la perfección en la pista de baile, y más aún en Berghain.

Las experiencias vividas en Berlín, tanto personales como a nivel de clubbing, nos han servido para verificar que, más allá de nuestras fronteras, es tremendo lo que se está moviendo y lo que nos ofrecen sus salas, tanto por su calidad como por su cantidad. Nos llevan muchos años de ventaja, y eso se traduce en una cultura de club envidiable y una evolución sin límites que nunca parece tocar techo. Sin duda, recomiendo encarecidamente ahorrar unos euros y volar hacia ciudades como ésta para disfrutar de al menos un fin de semana repleto de la mejor música electrónica del momento de manos de los que más saben de esto. Comprobarán que lo que les cuento es cierto, y os aseguro que disfrutarán como niños.

Clubbing Por Europa Berlin, autor Pablo Ortega.

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