De la mano de los mismos organizadores que Nassau (ver crónica), este año también fuimos invitados a una nueva edición de Straf_Werk (ver crónica de la anterior edición). Ambos festivales destacan por su amplio despliegue de medios, especialmente en acústica y escenografía. De hecho, este evento del que hoy les voy a hablar, ha dado otro salto de calidad, añadiendo un escenario más al menú e incorporando Funktion One en casi todos ellos. A este paso, pronto se pondrá a la altura de los pesos pesados de la escena holandesa: Awakenings, Mysteryland, Loveland, Welcome to the Future…
Como casi todos los festejos diurnos por estos lares, la programación se extendía desde las 12 de la mañana hasta las 11 de la noche, y como casi siempre, el after oficial se desarrollaría justo tras el cierre, en una de las mejores salas de la capital, De Marktkantine, donde pincharían varios de los headliners: George Fitzgerald, Adriatique, Nuno dos Santos, Cinnaman… un line-up bastante apetecible, pero elegimos otra prórroga diferente, más technoide, en la ciudad de Rotterdam, donde sigo residiendo desde principios del año pasado. En las próximas líneas, voy a narrarles lo que dio de sí Straf_Werk, ubicado en la zona este de Amsterdam, concretamente en las playas de Blijburg Ann Zee.
Así pues, sobre las 3 de la tarde, cogimos un tranvía urbano que nos llevaría hasta las inmediaciones del recinto, evitando así las colas y los altos precios de los autobuses lanzaderas. Una vez allí, a modo de preparación, refrescamos nuestras gargantas con una última cerveza a orillas del Ijmeer, un pequeño mar de interior, sentados sobre sus rocas. Sin duda, la localización es otro de los puntos fuertes del festival: arena fina bajo los pies y horizonte de agua salada. Parecía que estábamos lejos de la urbe. Un total de seis escenarios dieron cabida a la banda sonora de este mágico día.
El primero que pisamos, The Big Three, principal candidato a main stage, ya contaba con una gran aglomeración de asistentes. A los mandos de la nave, el back to back entre Jennifer Cardini y DJ Tennis. Poco podemos decir de este esperado versus, ya que tan sólo llegamos a tiempo para escuchar sus últimos coletazos, a ritmo de nu-disco. Acto seguido, Todd Terje, toda una eminencia del género house más discotequero. Lejos de engatusarnos, el noruego nos atormentó con melodías desaboridas y vocales desesperantes, por lo que aprovechamos para dar una vuelta de reconocimiento por el resto del recinto.
Si un escenario destacaba por su sound system, ese era The Viewpoint, uno de los más reformados desde la edición anterior. Además, asimilaron un concepto muy novedoso en cuanto a su fisionomía, ya que colocaron la cabina del DJ en su punto central, mientras que la pista de baile discurría en todas direcciones, situando numerosos módulos de Funktion One en torno a la misma. Un stage a 360º, se podría decir. Allí vimos un rato al dúo compuesto por Benny Rodrigues y Tom Trago, sin mucho que destacar. House facilón y bailongo, el mismo que venimos escuchando tantos años y que parece no evolucionar en ninguna dirección.
Entre estos dos escenarios señalados, se situaba el Dome (la cúpula), una carpa muy característica de este festival. La pista de baile se encuentra acotada por una gigantesca estructura metálica triangulada, formando una gran esfera. Tras los platos, el joven Huxley, quien repartió buen material, aunque un poco desfasado de contemporaneidad. El británico nos recordó la época dorada del tech-house de hace unos años, con temas de Paul Ritch, Anton Pietee o DJ Madzsillz. Al salir de la bóveda esférica, oteamos a lo lejos la Casa Bacardi, el stage más modesto de todos. Sin embargo, no llegamos a poner un pie en él, ya que los ritmos ibicencos que desprendía no nos invitaron a visitarlo.
De vuelta al The Big Three, denominado así por los tres grandes triángulos que componen su escenografía, cerramos el capítulo de actuaciones decepcionantes con la del emblemático Âme, leyenda viva del deep-house, esta vez, en formato DJ set. El discurso del alemán me pareció de lo más frívolo y aburrido, que me disculpe su séquito de seguidores. Fue el momento de acometer la Terrace, un pequeño escenario que terminó por conquistarnos. En cabina, un desconocido Florinsz Janvier nos animó la tarde gracias a su buena selección musical y al buen rollo que se respiraba allí, aunque había mucha menos afluencia que en el resto de áreas.
Tras el holandés, vino el live de Deltawerk, otra de las sorpresas agradables del evento. Detrás de este nuevo proyecto, Hessel Stuut y Applescal, lo cual ya hacía presagiar algo interesante. Sin ir más lejos, su hora de directo fue, con permiso de los cierres, lo mejor del envite. Sonido progresivo, de texturas profundas y groove envolvente, tremendamente bailable. Con una sonrisa de oreja a oreja, dirigimos nuestros pasos a ver al mítico George FitzGerald. El inglés afincado en Berlín nos sacudió a base de house de excelente pegada, con claro aroma a Chicago. El avanzado sistema de audio de The Viewpoint hizo el resto. Por fin, el festival daba un vuelco positivo, en cuanto a música se refiere.
La venerada Maya Jane Coles tomó el relevo y, aunque tengo que reconocer que no esperaba mucho de ella, lo cierto es que supo seguir la senda de su compatriota. Su discurso fue mucho más serio y percusivo de lo que le había escuchado en otras ocasiones. El closing de este magnífico stage correría a cargo del roterdamés De Sluwe Bos, un tipo que cada vez nos convence menos, por lo que nos trasladamos nuevamente al The Big Three para disfrutar del set de Adriatique, los cuales ya nos dejaron muy buen sabor de boca en su paso por Welcome to the Future. Los suizos no nos defraudaron, consumiendo las últimas energías que nos quedaban, atizados por sus bombos rompedores y mezclas elegantes.
Sin embargo, no quedó aquí la cosa. Teníamos curiosidad por ver qué daba de sí la sesión de Hot Since 82 para el cierre del Hideout, el único escenario que todavía no he mencionado. Se trata del único completamente cubierto, a modo de nave a dos aguas. El de Yokshire (UK), tampoco se quedó atrás, incendiando el dancefloor con su tech-house más contundente y pistero. No me quiero despedir sin mencionar otras actuaciones que también escuchamos brevemente: las de Route 94, Wouter S. y Weval. Salvo esta última, las dos primeramente citadas, no estuvieron nada mal.
Nuestra andadura por Straf_Werk no hace más que confirmar el buen estado de salud en que se encuentra la escena de los Países Bajos, una nación que me tiene enamorado precisamente por esto, entre otras cosas. La cantidad y la calidad de fiestas de electrónica que uno puede asistir cada fin de semana, no deja de sorprenderme. Lo que todavía me alucina más, es la respuesta por parte del público, el cartel de “sold out” se cuelga con una facilidad pasmosa. Por fin encuentro un lugar con verdadera cultura y amor por la música, donde la gente valora y participa cuando las cosas se hacen bien, desde la producción hasta el resultado final del propio evento.
Autor: Pablo Ortega
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