Hace unos meses os contamos nuestra experiencia vivida en Nassau, uno de los festivales más punteros del año en los Países Bajos, celebrado a mediados de abril durante el Kingday. El balance del mismo resultó realmente positivo, el despliegue de infraestructuras fue intachable. Pues bien, organizado por los mismos promotores, hoy os traemos la crónica de Straf_Werk, que si recuerdan bien, coincide con el nombre del escenario de corte deep-house que se montó en Nassau. Se trata del festival amsterdamés por excelencia para los amantes de este género. Tras recibir la correspondiente invitación, estaba claro que no me lo iba a perder.
Así pues, el pasado sábado 20 de agosto volví a acudir a la capital para disfrutar de tal efemérides, concretamente a Blijburg Aan Zee, a donde se podía acudir en autobuses lanzaderas desde la estación central. La zona mencionada se adentra en el mar como una prolongación de la ciudad, formando una playa de arena fina sobre la que se dispusieron los distintos escenarios, cinco en total, todos ellos open air, denominados por colores. Como viene siendo habitual por estos lares, la programación del evento daría lugar desde el mediodía hasta las once de la noche.
Sobre las dos de tarde llegué a Amsterdam acompañado por Damian, un chico nacido en Gouda de 19 años que conocí una noche en Transport Club. Es cierto que nunca menciono mi compañía, pero esta vez me gustaría hacerlo porque el chaval es un claro ejemplo de la enorme cultura electrónica que atesora este país. A su temprana edad, su conocimiento musical es tremendo. Pude intercambiar con él impresiones sobre todo tipo temas relacionados con el mundillo, cosa que apenas podía hacer en España, donde era considerado un loco por ir a fiestas cada fin de semana. Además, su comportamiento durante el festival fue ejemplar, disfrutando de la música en todo momento y sabiendo perfectamente qué tenía que consumir y qué no. Reconozco que yo a su edad no tenía ni idea de nada, no se me podía sacar mucho de The Prodigy o The Chemical Brothers. La información y las posibilidades que tienen aquí son infinitas, y eso genera cultura.
Tras esta extensa pero esclarecedora introducción, vamos con lo que realmente nos interesa, que es la música. Primeramente, visitamos el escenario Blanco, el único parcialmente cubierto, donde tan sólo pudimos presenciar los últimos coletazos del set de Tsepo, un joven artista holandés que cada vez vemos en más line-ups. Apenas cazamos una mezcla, por lo que no entraré a valorarlo. A los que si escuchamos atentamente fue al dúo Hunter/Game, completos desconocidos para mí hasta ese momento. Sorpresón, los italianos nos llevaron en volandas desde el principio con un progressive muy pistero y envolvente. La hora de live se nos pasó volando, valga la redundancia. Tras ellos, el británico Dusky nos echó de la pista con su house insulso y repetitivo, por lo que nos dirigimos al área Azul en busca de más directos.
Allí nos encontramos al bueno de Johannes Brecht, quien tampoco nos convenció. El músico alemán replegó unos sonidos demasiado clásicos, abusando de melodías y bajadas, terminando por desesperarnos para partir al encuentro de más beats, cosa que conseguimos en el escenario Rojo gracias a Shadow Child. Una gran estructura metálica triangulada en forma de semiesfera acotaba este recinto, a modo de cúpula permeable incrustada en la arena. El inglés nos sacudió con un bassline atronador, durante una actuación tan ácida como divertida, pero nada carente de contundencia. Otro que no conocía y que me lo tengo que apuntar en la memoria. Acto seguido, el afamado Tom Trago tiró de house comercial y pegadizo, argumentos con los que no tengo ninguna paciencia.
De vuelta al stage Azul, Alex Niggeman nos hizo pasar un buen rato, lástima que sólo lo escuchamos unos minutos. El teutón desplegó una buena selección de minimal de atmósferas melancólicas y bombos profundos, muy al estilo de Recondite. A continuación, nuestro compatriota Edu Imbernon lanzó su progressive house melódico y bailongo. Tenía curiosidad por verlo y comprobar a qué se debe tanta repercusión con él en nuestro país. A mi parecer, ni su música ni su labor tras los platos valen tanto como dicen, creo que no aporta nada nuevo a la escena. El sol iba cayendo y retornamos a la cubierta del escenario Blanco, uno de los mejor dotados de sonido.
En cabina, los hermanos Mind Against, quienes ya me dejaron con muy buen sabor de boca en la pasada edición de Nassau. Los transalpinos nos regalaron una sesión brillante que tocó todos los estilos derivados del techno. Un viaje sensacional por las profundidades del género nacido en Detroit, con infinidad de matices, mezclado con extrema elegancia y pulcritud. Sin duda, la actuación del festival. Más adelante, el carismático Agoria supo mantener el ritmo de sus predecesores a base de deep y minimal de gran calidad, también pinchado con maestría. El closing de la carpa era cosa de Joris Voorn, pero nos vimos obligados a abandonarla por exceso de aforo, pues apenas era posible mover ni siquiera los brazos.
De esta manera, decidimos cerrar el festejo con H.O.S.H. en el Azul. Sin embargo, la bajada de bpms y la falta de pegada terminó aburriéndonos, por lo que acudimos al escenario Verde, a la postre el mejor equipado y también el más espectacular, decorado por enormes triángulos verdosos repletos de luminotecnia en todos sus lados. Allí también sonaba deep-house, pero bastante más fresco y animado, de la mano del archiconocido Jamie Jones. Sonaron muchos temas conocidos, aunque lo cierto es que el británico me generó muchas dudas, su forma de llevar la sesión no me gustó. Paradas eternas para luego transiciones demasiado rápidas. No me pareció el mejor discurso para el tipo de música que reproduce, ni para la hora que era.
Una vez más, queda demostrado que en Holanda saben muy bien cómo montar un gran festival. Esta vez, pese a que ni el house ni el deep son mis sonidos predilectos, no puedo poner ni un “pero”. Excelente acústica, iluminación y ornamentación en todos los escenarios, así como en el recinto, dotado de todos los servicios necesarios para el desarrollo del mismo. Además, Straf_Werk terminó otro año más colgando el cartel de “sold out” antes de su inicio. Sus numerosos asistentes abarrotaron las playas de Amsterdam con sonrisas en el rostro y, sobre todo, muchas ganas de bailar y pasarlo bien. Esperamos mantener las buenas relaciones con sus organizadores para poder seguiros contando lo mejor de sus eventos.
Autor: Pablo Ortega
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