Si hay un subgénero del techno al que teníamos especialmente ganas de hincarle el diente, sin duda es el acid. Mucho ha evolucionado esta vertiente desde sus inicios, a finales de los ´80. Los característicos sonidos producidos por sintetizadores como la mítica e indesbancable TB-303, se han vuelto a poner de moda, y de la forma más salvaje. La maquinaria analógica se ha vuelto a convertir en un elemento imprescindible entre la artillería de instrumentos para producir el más techno crudo o industrial, y cada vez aparecen más presentes entre los aparatos que componen el set-up de un live. La promotora amsterdamesa Intercell (ver artículos relacionados, o la crónica de sus citas en ADE) lleva años demostrado su apuesta decidida por esta rama de la electrónica. La mejor prueba de ello la tienen en esta crónica, donde les narraremos nuestra experiencia por uno de sus eventos más adorados: su Acid Night.

 

Sería el pasado viernes 14 de febrero, día de los enamorados, cuando precisamente movidos por nuestro amor y devoción a la música, dirigimos nuestros pasos hacia la ciudad del vicio por excelencia, pero también de la cultura y la vida nocturna: Amsterdam. El distrito de Sloterdijk sería nuestro destino, motivados por la idea de volver a dejarnos buena parte de la goma de nuestras zapatillas sobre el pavimento hormigonado de uno de los campos de batalla más comunes para este tipo de contiendas. Nos referimos al warehouse H7, el cual suele ser el emplazamiento elegido cuando sólo se necesita una sala. Eso sí, de dimensiones notables, capaz de congregar casi 1000 almas.

No sería mucho más tarde de la medianoche cuando conseguir acometer sus aledaños. Tras unos últimos tragos y una breve cola, nos validaron nuestras acreditaciones con premura y eficacia. Abrigos al locker, tokens en los bolsillos, sudadera a la cintura… y dispuestos a recibir los primeros azotes. La nave ya presentaba un considerable número de danzantes prematuros, pues desde primerísima hora se prometía leña de combustión rápida. Tras los platos, nada menos que Raffaele Attanasio, hijo de músicos reconocidos, y alumno aventajado del alienígena Jeff Mills. Pese a que sus últimas actuaciones nos dejaron boquiabiertos, lo cierto es que su directo no llegó a tocarnos ninguna fibra, quizás demasiado old school, o tal vez nos pilló aún fríos.

 

Hasta aquí las medias tintas. A partir del siguiente en desfilar, todo fue abrasión y ejercicio físico intensivo. Turno para que nuestro compatriota SNTS muestre una vez más sus credenciales, esta vez en formato híbrido, esta vez volcado hacia el acid techno. Como era de esperar; martillo hidráulico desde el pistoletazo de salida, por no decir taladradora cerebral. Su forma de evolucionar, elevar y entregarnos su exquisita producción musical no deja de romper moldes y sorprender a propios y extraños. El encapuchado ha dejado de ser promesa para establecer sólidos cimientos entre los grandes del género. Hay que rendirse ante este ente misterioso, un tipo capaz de reventar cualquier dancefloor con su sello personal.

Con la medalla de oro prácticamente decidida, la figura de Ansome emergió de entre las sombras y los densos humos de la sala para despachar su live más ácido. Desde luego, pocos directos suenan tan potentes como el del británico, rico en modulaciones y sintes, exento de pausa y piedad, aunque un tanto repetitivo si lo comparamos con el resto de artistas contratados. La sorpresa de la jornada se la llevaría la camaleónica KI/KI, una guerrera del espacio que está dando mucho que hablar. La holandesa no para de acumular presencias en cabinas tan importantes como esta, y además, no tardaría en evidenciar sus argumentos, sólidos como el acero. La holandesa no dejó a títere con cabeza gracias a una selección musical devastadora y una indudable destreza con la mesa de mezclas.

 

El responsable del cierre fue el legendario Chris Liberator, veterano de la guerra como pocos, uno de los últimos supervivientes del raving hard de los ´90. El inglés eligió los Technics como herramientas de destrucción masiva, y vaya si acertó. Closing por todo lo alto; industrial acid de toda la vida, es decir, bombos rasgados y máximo centrifugado. Todo un clásico que no defraudó ni por un instante. Nos quitamos el sombrero con los chicos de Intercell, ya sabemos que sus fiestas no son ninguna broma. Espectacular puesta en escena de un warehouse lleno hasta la bandera, que contó con un soundsystem a la altura del envite, y un público muy reactivo y complaciente. Agradecimientos especiales a Chip de Jong por abrirnos sus puertas. ¡Esperamos ansiosamente su siguiente propuesta!

Autor: Pablo Ortega